II Congreso de Monitores - M+C


“II Congreso de monitores”…
Desde el primer momento en que escuchamos la propuesta, aseguraría que a todos los que tuvimos la oportunidad de vivir el primer congreso, se nos iluminó la cara.
Nos mirábamos sonriendo y recordando mentalmente aquellos momentos especiales que hace dos años pudimos experimentar en Valencia junto a otros monitores de España norte y España sur.
Esta vez el destino era nuestro colegio de Castellón. Y aunque este segundo encuentro sería más breve que el primero, esperábamos poder profundizar con igual intensidad en esta llamada a ser monitor.


Ser monitor, qué enorme responsabilidad y qué regalo al mismo tiempo.
Caras nuevas, caras conocidas. Novedad y reencuentro.
Cada uno se presentaba con su propio saco de experiencias vividas, de expectativas respecto al congreso, de ilusiones, de preguntas...
Con todo lo que somos y tenemos… allí nos encontrábamos.
¿Qué nos unía? Nos une lo mismo que nos hace diferentes.
No unía el ser monitores. Pero nos unía, por encima de todo, el ser Consolación.
El lema lo definía como “M+C”.
Ser algo más que monitores de tiempo libre.
Y esto era lo que iba a dar verdadero sentido al Congreso.




El recorrido del encuentro comenzaba la mañana del sábado, en el oratorio.
Una danza de agradecimiento por el nuevo día y por el regalo de nuestra vida y un momento de oración juntos, fueron el verdadero pistoletazo de salida de esta experiencia, que continuaría con una intensa dinámica.
En el marco de la Carta Apostólica “Porta Fidei”, con la que el Papa Benedicto XVI convocaba al año de la fe, comenzábamos un recorrido que, aunque realizado en grupo, se convirtió en un espacio personal de conexión con nosotros mismos y de reflexión sobre nuestra relación con Dios y nuestro ser cristiano.
Atravesar esta puerta supone emprender un camino que dura toda la vida.



Un momento para experimentar con los cinco sentidos:
Reflexionar sobre el regalo de la vida y el valor de la fe, revivir vivencias, tomar conciencia de quién soy y con quién comparto mi vida. Un momento para reconocer si soy testigo para otros, para mirarme en mi espejo y mirarme en el espejo de Dios, para descubrir que Él me acompaña a cada instante, que me espera en cada puerta de entrada y da sentido a cada etapa en el camino.

Llevando con nosotros todas estas vivencias y emociones, nos reencontrábamos de nuevo, para continuar construyendo ese ser monitor y, concretamente, para recolocar los cimientos sobre los que poder seguir creciendo.
Estos cimientos: la responsabilidad, el compromiso y la fidelidad.
Sólo es cuestión de un poco más, de un paso más.
Dejar que el Carisma nos cale hasta lo más hondo, y, desde ahí, vivir ese ser monitor Consolación. Que este estilo de vida se convierta en algo más que un “a veces” o un “depende”, que empape cada minuto de nuestra vida y nos impulse a cambiar los puntos de enfoque.




Como vivo ejemplo de esta teoría hecha realidad, por la tarde, Manolo, Reyes, Rosa Mari y Antonio, cuatro miembros del Movimiento, nos regalaron pedacitos de experiencias, testimonios de vida.
“¿Qué ha aportado el movimiento a tu vida de fe?”, era la pregunta que se les lanzaba. Respuestas sinceras, nacidas de la sencillez y la humanidad, de la alegría de sentirse afortunados por el regalo de la fe y el Don del Carisma.
Consiguieron despertarnos y nos contagiaron las ganas de compartir también nuestras experiencias: sencillas o extraordinarias, puntuales o permanentes.
Con una palabra, cada uno resumía y compartía qué le aportaba el movimiento, cómo le hacía sentir, qué había descubierto.
Vida, felicidad, regalo, Mª Rosa, Consolación 24 horas, familia, encuentro… resonaban en la sala.
Una frágil burbuja de emociones y experiencias, que sólo fue interrumpida durante un instante, de forma casi providencial. Las voces y risas de unos niños, como un eco, nos recordaban la razón de ser de aquel momento.



Fue un regalo poder compartir la Eucaristía todos juntos: monitores venidos de distintos lugares y los niños y niñas del MIC y COM del colegio.
La realidad palpable de esa llamada a llevar la Consolación a los más pequeños.




Después, el momento COMpar+TÉ: una oportunidad original para compartir lo que somos, descubrir qué nos une y… dejarnos llevar por alguna que otra pregunta que acababa convirtiéndose en un bucle de reflexiones.

El encuentro iba llegando a su fin, pero, una vez más, en un intento por controlar lo incontrolable, tratamos de moldear el tiempo que nos quedaba y alargamos la velada lo máximo posible, hasta que nuestro cuerpo comenzó a pasarnos factura y las mejillas nos dolían de tanto reír.

La dinámica de la mañana siguiente nos ofreció la oportunidad de compartir por parejas y en grupo nuestra vida dentro del movimiento: como miembros de éste y, concretamente, como monitores.
Escuchar vivencias similares, descubrir que no camino solo... Una total recarga de pilas.



Y, como broche final, el Congreso terminaba donde empezó.
El oratorio nos acogía para hacer resonancia de lo vivido y pronunciar juntos ese “Señor, cuenta conmigo”. Descubrir que somos sal y luz y ser testigo de esa voz que clama en el desierto “Preparad el camino al Señor, allanad sus senderos”.

De vuelta a nuestras casas, retomando de nuevo nuestra realidad cotidiana, aún resuena ese “M+C”. Soy Monitor Consolación.

Y nos reincorporamos al camino con energías renovadas, asimilando aún las pinceladas de vida que han ido dejando huella en nosotros durante el fin de semana y durante cada experiencia vivida como monitor.


Quizás es hora de que respondamos nosotros a una pregunta: ¿Qué aporta el ser monitor a mi vida?

Pon al servicio lo mejor de ti mismo y… Él obrará el milagro.



“Les dijo: ‒Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.
La echaron y no podían arrastrarla por la abundancia de peces” (Jn 21,6)

Sara Beltrán Palau

Pronto tendremos más fotos.
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