El pasado sábado, 31 de marzo, un grupo de miembros del MIC y sus monitores salimos hacia el Desierto de las Palmas para hacer una caminata hasta el pico del Bartolo.
Pero no solo caminabamos, tenía un sentido: Conocer la vida de María Teresa González Justo.
María Teresa González fue una hermana de la Consolación (1922-1967) de Quintanar de la Orden (Toledo), que pasó 25 años en la provincia de Castellón.
Pasó 23 años en el Sanatorio donde, como bien dicen sus propias palabras «Te entrego todo, Dios mío, y te ofrezco mi vida, gota a gota», lo entregó todo. Derrochó «caridad sin fronteras».
Pero, ¿Porque conocerla ahora?
En este curso de Bienaventuranzas, de derrochar felicidad, de aventurarse a vivir feliz, descubrimos que Mª Teresa González Justo era llamada Sor Sonrisas por sus hermanas. Ni el dolor, ni la muerte, ni los enfermos consiguieron quitar esa sonrisa, esa felicidad de Mª Teresa Gonzalez Justo.
Tras una pequeña oración frente a la tumba de Mª Teresa González Justo (está enterrada en la iglesia del colegio), partimos hacia el Desierto de las Palmas. Pero no tomamos el camino más rápido. Quisimos, en ese día tan especial, pasar por delante del Hospital de la Magdalena, el Sanatorio donde Mª Teresa González Justo pasó 23 años de su vida.
Y llegamos al Desierto. Almorzamos rápidamente y comenzamos la subida hasta el pico del Bartolo. Fue un camino largo, caluroso, con curvas, rampas y muy agotador para los niños del MIC, pero mereció la pena.
Estas eran las vistas que teníamos al llegar:
Comimos allí, a los pies de la Cruz del Bartolo, esa que se ve desde cualquier punto de Castellón, pero que de cerca, impresiona su inmensidad.
Bajamos de nuevo al lugar donde habíamos salido, para hacer la última actividad de la tarde: Una Gymkana muy especial en la que en cada prueba se daba un trozo de puzzle que al final juntamos. En nuestro puzzle se podía leer uno de los escritos íntimos de Mª Teresa González Justo:
«Si quiero saber cómo va mi amor para con el Señor, me asomaré a la calle, y si amo a todos los que pasan estaré tranquila, porque las cosas van bien. No sé, Señor, si en esto tendré algún mérito. ¡Amo tanto a mi prójimo!... Pero de todos son mis preferidos los pobres, los enfermos, los desgraciados, los ancianos, los que sufren... Para ellos todo mi amor, mi vida y mi todo. Todos cogen dentro de mi corazón, porque en él está también el de Cristo, y por su boca repito: 'Venid a mí todos, que con su ayuda, yo los aliviaré'».
Y no solo caminamos, jugamos y reímos. Ahora sabemos algo más de esta gran persona, que siempre hemos tenido tan cerca y que hemos conocido tan poco.